Iñigo Txintxurreta, en el menhir de Arribiribilleta en Elosua-Plazentzia (Bergara).

El grupo Hilharriak se ha ido gestando desde los años 80. Lo que era una simple amistad montañera entre Iñaki Gaztelu y Luis Millán, se fue centrando en la mutua afición por la etnografía y prehistoria. Goyo Mercader se unió pronto al grupo inicial y con él, Balere Barrero, fallecido el 30 de mayo de 2014. Antes de 2000, Alfonso Martínez, Iñigo Txintxurreta y Manolo Tamayo se incorporaron tambien al grupo. Durante la siguiente década Xabier Taberna, Jesús Campo y Alberto González completaron lo que es hoy el grupo Hilharriak. Uno de sus componentes, Iñigo Txintxurreta, acaba de encontrar en el barrio de Olaberria el único dolmen hallado hasta la fecha en Irun.

– Hábleme, lo primero de todo, del grupo Hilharriak: cuántas personas lo forman, a qué se dedican, qué tipo de trabajos hacen…

El grupo Hilharriak está formado actualmente por nueve miembros que nos reunimos regularmente para realizar las tareas propias del grupo. También hay una gran red de colaboradores e informantes, tanto profesionales como aficionados, que ayudan y complementan nuestro trabajo. Nuestra pasión, además de la montaña, es la prehistoria, y más concretamente el mundo megalítico y protohistórico, abarcando esto diversas construcciones que durante miles de años se realizaron en valles y montañas, muchas conocidas y otras esperando ser descubiertas y así preservadas. Por lo tanto nuestro trabajo se basa principalmente en la catalogación de estas estructuras conocidas, esto es, la realización de un corpus completo de todas ellas, donde se recoja la mayor información posible de cada una de ellas (coordenadas, material gráfico, historia, bibliografía, planimetría, etc.).

Nuestra segunda tarea suele ser la prospección sistemática de zonas susceptibles a conservar nuevas estructuras todavía sin catalogar y así darlas a conocer para que puedan ser estudiadas y protegidas por las instituciones. La principal área de acción donde trabajamos abarca todo el ambito de Euskal Herria (CAV, Navarra e Iparralde), así como toda la zona pirenaica en sus dos vertientes hasta Cataluña. Además de las zonas citadas, que por cuestión de proximidad suelen ser las más visitadas, también se han realizado trabajos en La Rioja, Cantabria y Castilla-La Mancha.

– ¿Cómo hizo este descubrimiento en el valle de Olaberria?

Este descubrimiento hay que comprenderlo dentro de la situación actual de confinamiento y las restricciones de movilidad y horarios impuestas. Así, en este contexto, a partir del 4 de mayo se decidió comenzar una prospección sistemática de los cordales que partiendo del límite con Oiartzun descienden desde los altos de Aiako Harria hacia la regata de Olaberria, dando su fruto en la localización de la estructura de Burkalleku el pasado 8 de mayo.

– Qué pasos siguen una vez han realizado un hallazgo…

Una vez que se tienen sospechas de la existencia de una nueva estructura sin catalogar, se recoge toda la información posible (material gráfico, coordenadas, medidas, etc.) y se informa a las entidades encargadas de proteger el patrimonio, siendo en el caso de Gipuzkoa el Departamento de Patrimonio Cultural de la Diputación Foral de Gipuzkoa quien se encarga de decidir qué tipo de actuaciones serán necesarias para salvaguardar el monumento. De todas formas no es igual en todas partes y la respuesta de las instituciones varía según en qué provincia se realice el hallazgo.

– Qué puede suponer para un municipio como Irun y un barrio eminentemente rural como el de Olaberria un hallazgo de este tipo…

Al tratarse de la primera y única estructura tipo dolmen descubierta hasta el día de hoy dentro del municipio supone un enriquecimiento patrimonial y es, sin duda, la construcción más antigua descubierta en Irun. Si bien es conocido el patrimonio romano de la ciudad, este monumento nos lleva a épocas mucho más antiguas, tiempos en los que la ganadería y la agricultura se implantan por primera vez en estos valles y montañas y donde gentes que habitaban esta zona construyen sepulturas megalíticas en los mismos lugares donde convivían.

El hecho de que este hallazgo se localice en un entorno rural como Olaberria une directamente aquellos primeros tiempos con los usos y prácticas que perviven hoy en día, como puede ser el pastoreo.

Además de todo este valor casi sentimental diría yo, el hallazgo de un monumento megalítico, aún siendo de suma importancia por su antigüedad, no implica un cambio en el transcurrir normal de la vida del barrio o del municipio. Cuando hablamos de megalitos la gente se imagina grandes construcciones como Stonehenge o Carnac, que pueden atraer a miles de personas al año. Pero hay que comprender que estamos hablando de un monumento mucho más modesto y deteriorado, que aún en su ruina tiene su importancia como testigo de aquellos primeros tiempos.

Cima de Burkalleku, con los restos descubiertos.

– Cuénteme su historia, cómo se aficionó a esta temática, qué otros descubrimientos ha realizado…

Uniendo la afición a la montaña y la pasión por la prehistoria, de joven descubrí que en nuestras montañas y valles también había monumentos antiguos y así en 1999 me uní al grupo Hilharriak con el que comencé a realizar estas labores de catalogación y prospección de una forma más metódica. Tanto individualmente como con Hilharriak los descubrimientos han sido numerosos y muchas veces gratificantes, como el descubrimiento de los grabados del menhir de Soalar (Baztan) en 2003 o ciertos monumentos del área pirenaica que por su situación, tamaño y estado de conservación los hacen especiales, como por ejemplo Corona de los Farallones, el mayor cromlech pirenaico del valle de Tena (Huesca) en 2010, los dólmenes de Belonce y Col d’Arras (Aspe) o los de Col de Lurdé y Pombie (Ossau), todos ellos en Bearn. Actualmente estoy realizando prospecciones sistemáticas en el departamento de Hautes-Pyrenees con muy buenos resultados. Por desgracia muchos de estos descubrimientos no despiertan el interés de las instituciones correspondientes, quedando en riesgo de olvido o desaparición al no ser protegidos.

Hay que tener en cuenta que, al año, en el conjunto de Euskal Herria y Pirineos, se descubren una media de entre 75 a 100 nuevos monumentos, no catalogados hasta entonces. Por ejemplo, durante 2020 y en mi caso en particular he contabilizado 10 monumentos nuevos descubiertos, incluido el dolmen de Burkalleku en Irun, siendo éste un año de lo más atípico por motivo del estado de alarma y las restricciones de movilidad impuestas.

– ¿Cree que podría haber en ese entorno otros hallazgos parecidos?

Por diversos motivos el estado de deterioro de los montes del entorno de Irun es bastante grande y cabe pensar que la mayoría de los monumentos que existían han desaparecido. Pero siempre hay lugares nuevos que visitar y por experiencia sabemos que estos monumentos pueden aparecer en lugares insospechados o atípicos. El hallazgo del dolmen de Burkalleku da una luz de esperanza y tal vez en próximas prospecciones vayan apareciendo nuevos elementos que enriquezcan el patrimonio y nos ayuden a tener una mejor visión de cómo era la zona de Irun hace 5000 años y antes de la llegada de los romanos.